jueves, 16 de junio de 2011

Un éxito con trampas.

Hoy, vivo en Japón y a diferencia de la gran mayoría, el capital del que dispongo, crece cada día más. Vivo en una casa apartada del desastre que mantiene en alerta a todo el país, la fuga en las centrales nucleares.
Ahora mismo la gente tiene necesidad de comprar alimentos y agua, y gran parte de esta mercancía está contaminada, por motivos más que obvios. Pero esta necesidad hace que se crea cualquier cosa dicha por un personaje "importante"... Aquí es cuando aparezco yo, vendiendo mis productos "ultra desinfectados" y asegurando que no hay riesgo de radiación en ellos... Aun sabiendo que en estos momentos es prácticamente imposible...
Pero todos tenemos que sobrevivir de alguna manera ¿no? Y además, tampoco se van a morir por ingerir una millonésima de la cantidad permitida...
Igualmente, las sustancias nucleares y radioactivas que están ahora por tierra, mar y aire, tardarán miles de años en desaparecer por completo. El daño ya está hecho.
Soy el director de una cadena de hipermercados muy reconocida en el país, y ahora más ya que la competencia empieza a desaparecer... Pero para llegar hasta aquí he pasado mucho trabajo, comenzando como un simple empleado en una fábrica de material electrónico, hasta que conseguí mejorar mi ingenio y entender todos los esquemas de cada una de las piezas presentes en esa fábrica.
Me esforcé muchísimo hasta conseguir dominar todo lo relacionado con la tecnología y montar una cadena de hipermercados con la mejor tecnología punta del país, consiguiendo un éxito increíble como pionero en este uso de dicha tecnología.
Esto fue hace mucho tiempo ya, y sinceramente, sabía que iba a ganar mucho dinero, pero nunca pensé que iba a triunfar en situaciones como estas.
Así que ya sabes qué tienes que seguir haciendo cuando acabe mi tiempo aquí.
Y ojo, nada de hacer comentarios sobre esto a la competencia...
Atte, el Director de esta cadena de hipermercados.
¡Suerte futuro Director!

miércoles, 15 de junio de 2011

Argumentación sobre el escudero.


El escudero es un personaje del libro del Lazarillo que aparece en el tercer tratado.
Es una persona muy orgullosa que está pasando por un mal momento, y en ocasiones se ve obligado a dejar que los demás le ayuden. Tras varios días sin comer, al final aceptó un trozo de pan que le ofreció Lázaro, y eso quizás le salvó la vida.
Además le gusta aparentar tener riquezas, o por lo menos ocultar su pobreza para evitar que los demás sientan lástima por él. Esto se ve cuando Lázaro le ayuda a lavarse y vestirse, ya que se pone prendas que difícilmente podría obtener un escudero como él.
Incluso a veces le dan igual las consecuencias de sus actos orgullosos. Los caballeros se saludan entre sí quitándose el sombrero quien sea de una clase social menor, pero eso no le importaba al escudero, ya que aunque fuese él quien tendría que quitarse el sombrero, nunca lo hacía, le gustaba que fuesen los demás los que lo hicieran primero.
Sin embargo, a pesar de todas las necesidades parecía ser una persona fuerte y con ganas de vivir, aunque se derrumbara de vez en cuando, pero no cambiaba su actitud orgullosa, que probablemente es la que en ocasiones le hacía seguir adelante.
Aun así, era muy listo y sabía cómo aprovecharse de los demás, como la última vez que vio a Lázaro, que le abandonó en la casa, dejándole solo y desprotegido, porque no podía hacer frente a la deuda y huyó. Con esto también se puede deducir que es una persona cobarde.
Quizás Lázaro volvería a servir a este escudero, porque él es un poco ambicioso, y tomando al escudero como ejemplo a seguir, Lázaro presumiría de riquezas, aunque no tuviese nada, y puede que esto en el fondo le hiciera sentirse mejor.
También admira su actitud frente a la vida, fuerte y con la cabeza bien alta.

Fábula.

Un hombre fue un día al cine con un amigo. Llevaban mucho tiempo sin salir de casa y querían ver una buena película para divertirse y pasarlo bien, pero no tenían mucho dinero así que no podían gastar una gran cantidad en una película.
En la cartelera sólo había películas de miedo y una de risa, que era su favorita. Ellos ya sabían que era Halloween y por eso les pareció normal, pero aun así querían ver la de comedia.
Cuando fueron a comprar las entradas, la chica de la taquilla les dijo que sólo estaba disponible en 3D, por lo tanto cada entrada costaría 3€ más de lo normal.
El hombre no quería gastar su dinero en una peli para verla con esas gafas que dan el efecto 3D. El amigo, sin embargo, quería verla, porque por una vez que salía de casa pensaba que merecía la pena reírse y divertirse un rato.
El hombre le comentó a su amigo:

-Prefiero ver alguna de miedo, aunque no me gusten, pero es que gastarme 3€ más... Aunque sea mi película favorita...

Y su amigo intentó convencerle, diciendo:

-Sí, ya sé que no te gustan las de miedo y que no podemos desperdiciar el dinero, pero piensa: hace muchísimo tiempo que no salíamos de casa, y por una vez que lo hacemos, deberíamos pasar un buen rato y no amargarnos ni gritar por sustos, ni nada.
Es como una persona que veía demasiado mal y para recuperar la visión necesitaba un transplante de córnea y no se operaba porque le daba miedo. Tras mucho tiempo pensándolo decide operarse, pero ya era mayor y aunque a los pocos días veía el mundo de otra manera, no pudo aguantar, y a las pocas semanas murió.
Si se hubiese operado antes, venciendo sus miedos, hubiese disfrutado mucho más cada día, viéndolo todo perfectamente.
Por eso disfruta las cosas cuando puedas, y aprovecha el momento porque no sabes cuándo tendrás otra oportunidad.

-Vale, tienes razón. Al final vemos la de risa que es la que más nos gusta, aunque tengamos que pagar un poco más, pero se trata de que esto sea divertido, ¿no?

-Exacto. Ya pensamos igual y me alegro de que sea así. Vamos a la taquilla a comprar las entradas.

Y como dijeron, fueron a la taquilla, compraron las entradas, y vieron la película que tanto querían ver. Se lo pasaron muy bien y se rieron bastante. Al final ambos coincidían en que fue una buena elección.
Como a Gabriela le gustó esta fábula, decidió hacer una redacción sobre ella, añadiendo este pareado:
Nunca sabes cuándo tendrás otra oportunidad
Así que aprovecha, da igual lo que tengas que pagar.

El tesoro perdido.



Por fin había encontrado ese tesoro que tanto tiempo había estado buscando. Un regalo de su bisabuela, que no había podido conseguir hasta el día de hoy.
Se trataba de un cuadro de la Edad Media, de un valor incalculable, que había pasado de generación en generación.
No quería tener semejante responsabilidad, la de proteger una obra de arte que podría destruirse por un descuido, así que decidió vendérselo a un buen museo y con el dinero que recibiría, dejar el trabajo y vivir una vida relajada.
Consultó con varios amigos que ya lo habían hecho antes, y, con la información adecuada, eligió el mejor museo para la exposición y el cuidado del cuadro.
Fue hasta el lugar donde se encontraba dicho museo y con el cuadro, se dirigió hasta la oficina principal.
Todo iba muy bien, hasta el momento de examinar el cuadro, porque le dieron una mala noticia, muy mala, que arruinó todos sus planes: el cuadro era una copia.
Al no ser una pieza de arte auténtica no podían darle la gran suma de dinero que esperaba.
Decidió que, ya que no era auténtico, se lo quedaría dejándoselo en herencia a sus hijos, y que fuesen ellos los que también eligieran el destino de ese "tesoro familiar".
Ahora tenía que hacerse a la idea de continuar con el trabajo y la rutina, y dejar los momentos de relajación para el verano.